jueves, 7 de septiembre de 2017

Prosa inevitable

Al tiempo que tú partías, yo aterrizaba en casa... y en la realidad, después de cuatro días largos e intensos y, al mismo tiempo, en una paradoja de la vida, cortísimos e insuficientes. Llegué con el amanecer y el trino de los pájaros me confirmó que la vida es maravillosa y que el presente sigue siendo un gran regalo.
Nuestro encuentro ha sido como la poesía, efímera y grata, emotiva, insensata. Piso tierra y me cuestiono. ¿Sabes tú, tal vez, si las experiencias de altura hacen la piel más dura en la caída?  El escudo que pretendo construir para mi corazón es más delgado con el tiempo y la distancia me reta en un desafío desconocido cuyo atractivo es inexplicable.
El beso de despedida, multiplicado por el deseo de cercanía del último instante, se transforma en este mensaje en una bienvenida a tu tierra y a tu gente, que me inspiran una sensación de curiosidad por saber más de ti, y de pecadora envidia por la inevitable ignorancia.
Una pregunta se quedó, como muchas otras, sin respuesta. No hubo tiempo suficiente para tantas cosas. ¿Qué vas a hacer hoy? dijiste y tus palabras se quedaron como un retintín en mi memoria. Y con la verdad te contesto ahora, sorprendida ante lo inminente: voy a pensar en ti... y a recordar... y a continuar viviendo...  Y tú, ¿qué harás? 

* * *